sábado, 9 de junio de 2007

El tiempo pasa.

Pasa sin ni tan solo pedir permiso ni breve invitación. Como las estaciones rápidas por el tren de alta velocidad de la vida. Me miro en el espejo cada mañana y no advierto cambio hasta un buen día que decido fijar mi mirada en los ojos. Perdí por el camino el brillo que me caracterizaba cuando era jovencita. La chispa de la vida se me fue entre los dedos poco a poco, lentamente sin ni tan solo murmurar para que no pudiera evitarlo. No quiero mirar hacia atrás ni arrepentirme ni tan solo de los errores que pude cometer. Quizás si vuelvo a tropezar en aquella piedra que jure jamás volver a pisar me sentiré de nuevo viva. Y recordare que aun me queda mucho por aprender aunque crea estar de vuelta de todo. Cuanto tiempo paso mientras perdía la inocencia del adivinar que sucedería mañana... o pasado.
Aunque el intachable reflejo del espejo me muestra una mujer mucho más segura y menos temerosa, incluso podría arriesgarme a decir temeraria.

Acabo de volver de un viaje en moto, tampoco eran tantos Km., 800 los suficientes como para hacerlos sola y poder recapacitar sobre mi burra de todo y de nada.
Pasaba a pie de los acantilados por esos caminos mal asfaltados y me preguntaba si me sucediese algo, quien sabría como encontrarme? Quizás era lo que justamente quería. Perderme, aislarme y sentirme realmente sola ante mi misma y aquel paraje que susurraba a mi oído que mi vida no era tan perfecta como lo creía. Y aunque hasta ese momento me considere afortunada por no privarme de nada me di cuenta ante tanto color y calidez que vivía encarcelada en el reino urbano que me había construido con tanto esfuerzo.
Dicen que no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita, pues bien. En medio de la Sierra de Cazorla reconocí que seria feliz con una casita al lado del Tranco entre naturaleza y esa fauna tan sutil y libre. No necesito todas las comodidades que tengo ni tan solo el murmullo del bullicio de la gente que va y viene como loca por cumplir horarios que harán que paguen lo mínimo para asegurarse un futuro.
Vamos tan aprisa por la vida que se nos olvido el verdadero valor de la libertad. Esa que solo esta en el aire puro, el sol la luna o las estrellas. Es una idea medio romántica-boba pero más cierta que idealizada.
En un tramo difícil de curvas en medio de esa fabulosa naturaleza tuve que frenar sutilmente porque se me cruzaron, ciervos, jabalís, serpientes que reclamaban el calor del asfalto e incluso un lindo zorrillo que descarado me miro a los ojos retando mi estupidez y mi olor a ciudad.
Casi con lagrimas en los ojos entendí que todo era mucho más sencillo de lo que yo siempre me lo había planteado. Y por un momento me dije a mi misma que quizás y solo quizás debería cambiar este piso, motos, y comodidades por una casita en medio de la sierra. Pero luego comprendí que todo tiene su tiempo y que el mío de aislarme tanto todavía no ha llegado. Y aunque valoro de una manera sobrehumana todo lo que mis ojos, mi olfato y mi piel pudo sentir junto a la brisa del campo sé que para perderme siempre tengo tiempo. Solo he de desearlo.Quizás, así, pase el tiempo menos aprisa y pueda saborearlo mejor.